Morir es nacer

Sonríe y confía

Morimos y nacemos continuamente a lo largo de nuestra vida. Muere nuestra infancia como nacemos en la adolescencia; Muere la juventud para nacer en la madurez; Muere la madurez para encontrarnos en la vejez. Morimos constantemente como mueren ideas,  proyectos y relaciones. Al mismo tiempo que la muerte cumple su objetivo nace, renace y resucita una nueva perspectiva en la vida. Muere y nace algo en nosotros cada día como el sol resucita a la noche, las flores a la semilla y la voz al silencio.

La muerte es una fase continua de la vida, a medida que abandonamos episodios nuestro cuerpo se somete a pequeños fases de duelo, algunos más traumáticos como una muerte, una ruina o una enfermedad y otros simplemente los duelos necesarios de la vida: El nido vacío de una madre, un final de carrera, la despedida de un amigo. Algunos duelos, no por eso menos dolorosos, son más fáciles digerir porque se sobreentienden que forma parte de la misma naturaleza. Otros duelos en cambio son más trágicos y difíciles de digerir. Son los causados por una muerte de un ser querido inesperado o la antinatural muerte de un hijo. Algo se muere en nosotros. Esa parte de nuestra vida que no se volverá a repetir a no ser en nuestro recuerdo.

Hay otra muerte  que no da la cara porque no hay nadie por el que llorar. No hay nadie para echar de menos. Una muerte que va dominando espacio en tu vida y no lo ves.   Le llamas depresión, angustia, tristeza… No. No es nada de eso. Es la muerte de una parte de ti que ya no existe porque algo ajeno me la arrebata. Poder bailar, correr, simplemente tener la independencia de ir simplemente a una playa yo solo.  Sentía la libertad de ser yo, moverme libremente y nunca se piensa que algo tan “tonto” puede dejar de existir.  Pero una muerte o una enfermedad se cruzan en tu vida y te limita el cuerpo. Yo fui una buena drag queem y desfilé como una modelo luciendo piernas por diferentes escenarios y parajes. Hoy esa modelo está muerta…  Una enfermedad la mató.

La muerte es  abandonar el mundo que te envuelve. Intentas resistirte a la muerte. Pero con la muerte no se puede luchar.  Es  como un solo latido de corazón presente y sordo. Con la muerte no puedes enfrentarte, es dejarla fluir y aceptarla. Aceptar la muerte es resucitar de nuevo a la vida. No hay mayor muerte que un nacimiento ni tampoco al mismo tiempo mayor sentido de vida.

El recién nacido sufre el trauma más grave al que se le puede condenar. Abandona su útero materno, protegido y feliz con sus olores y sonidos conocidos.  Nada le perturba ni le hace daño. Todo lo contrario,  en la mayoría de los casos, empapándose de amor. De repente algo extraño sacude en su hermoso mundo. Presiones, empujones… Miedo. No puedo respirar: Me ahogo!

 Otra temperatura, presencias extrañas, sonidos, respiro, “respiro”… ¿Estoy muerto? O nunca he dejado de estar vivo…

En el jardín del alma.

Siso Santos.

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