Volar bailando

    Siempre he dicho a mis alumnos que no hace falta ser un buen bailarín para moverse y bailar. Que se muevan y que el cuerpo con su limitación marque las reglas del movimiento pues el cuerpo libre y fluido se combina perfectamente con la vibración de la música que embriaga  el alma.
Me acuerdo un día, dando clases en la cárcel de Estremera, estaba en el módulo de mujeres y puse música para romper el hielo. No se si era el primer día o los primeros días que entraba en ese módulo. La mayoría de las internas apuntadas a mi actividad eran latinas o gitanas. La música ayudaba a la comunicación y al juego a parte de ser un canal de energía que permitía fluir todo tipo de emociones y creatividad.
Recordaré siempre a una de las internas que era mujer de un patriarca gitano. Ella quería participar en la actividad, pero el patriarca no lo permitía sin saber primero que se iba a hacer en las clases. Ponía músicas que ellas seguían libremente, siguiendo pautas que yo marcaba: juegos, danzas, bailes… El patriarca vigilaba sin hacer un solo gesto. Era respetado por todas y yo por supuesto también respeté su papel.  Empecé a poner flamenco (El flamenco es una mezcla perfecta de los 4 elementos. Un canal de energía entra la tierra y el cielo). Las chicas se desinhibieron y volaban libremente en su mundo cerrado. El patriarca con una señal de cabeza permitió a su mujer bailar y esta se integró en el grupo. Al acabar, con un gesto de cabeza el patriarca me llamó a su lado y me dijo: “Los gitanos llevamos el flamenco en la sangre chaval, pero tu lo llevas en el alma. Te felicito.” Pocos halagos me han gustado tanto en la vida como ese.
 Disfrutaba viendo a sus chicas sin entrometerse en nada. Nunca hablaba, solamente de vez en cuando me hacia alguna seña con su cabeza dándome su aprobación.
Ahora en la actualidad que la mayoría de mis alumnas son personas mayores o con problemas de movilidad. Cuando la gente tiene reparo a moverse y se dicen a si mismos no puedo, soy torpe o mil castigos más yo siempre digo que la limitación la tiene la mente no el cuerpo. El cuerpo se moverá hasta donde permita su movimiento y su físico. Lo importante es fluir como el agua, es sentir cada emoción que trasmita la música y el movimiento. La mente es la que pone los juicios, el alma la emoción. El secreto es volar libremente cada movimiento.
Por eso sería un hipócrita por mi parte dejar de bailar ahora que mi cuerpo está físicamente acartonado por dolores y una inflamación en el sistema nervioso. Ahora toca aprender a volar desde mi lugar, desde mi eje, simplemente  disfrutando del movimiento de la respiración o de un solo brazo para poco a poco poder coger el vuelo y bailar. Bailar como bailan los ángeles y las hadas. Volando alto. Muy alto…
                                                  Siso Santos



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Recordando la Cárcel de Estremera

   No me daba miedo entrar en una prisión, lo que me daba miedo era no estar a la altura de las circunstancias, al fin y al cabo: ¿Qué podía aportar yo dando clases de risoterapia? 
Así fue como empezó todo. 
Era una mañana fría y soleada de invierno. Me llevaban en coche trabajadores de EstremeraTenía el estomago lleno de mariposas. Era como tener la primera cita con un hombre que te gusta mucho. Quieres que todo salga bien pero parece que metes la pata en todo.
Cuando me encontré a solas con los internos en el aula taller donde íbamos a dar la actividad, el  primer pensamiento era: “¿Qué hago yo aquí?”. Aunque lo mismo también pensaban ellos, ya que algunos iban obligados.  Ellos me miraban como diciendo que coño es la risoterapia y que hace aquí este maricón.  Yo sabía que lo tenía todo en contra. Eran hombres y con sus cuerpos estáticos cada uno marcaba bien su sitio y su virilidad. Contactos mínimos…  
¿Cómo poder llevarlos a mi terreno? Empecé poniendo  música para ayudar a relajar y respirar.  Hiciera lo que hiciera estaba juzgado desde el principio. 
Tenía que romper el ritmo“Tenéis razón esto es una mariconada. Vamos a hacer un ejercicio de confianza”.  Cogí un taburete alto y lo puse en medio. “Uno se subirá a él, cerrará los ojos y se dejará caer de espaldas… Los demás lo sostendremos con las palmas de las manos y lo bajaremos al suelo con cuidado”
“¡Ni de coña!” Decía uno. “Esta bien, si tenéis miedo subiré yo primero”. Y así lo hice. Alguien me amenazó. “En la cárcel ocurren accidentes” “Pues espero que no sea hoy el día”.  Estaban descolocándose y poniéndome nervioso. 
“Preparados” Cerré los ojos. “A volar…» Me deje caer de espaldas al vacío, un montón de manos me elevaron,  querían impresionarme, casi tocaba el techo. Yo gritaba, decía que para soltar tensiones…. ¡¡¡Una porra!!! Me daban miedo las alturas. Sólo los más perspicaces podían notarlo porque una risa floja y tonta me delataba.
Una vez en el suelo un gitano de edad muy madura me dijo: “eres muy valiente al hacer lo que has hecho”.  “Como os voy a pedir que confiéis en mí si no confío yo en vosotros.” Se hizo una pausa.
 No sé que pasó pero uno a uno fueron subiéndose al taburete y se dejaban caer de espaldas. Las tensiones desaparecieron. Empezamos a jugar. Hubo risas, después terminamos con una relajación.  Hicimos reiki. Ponían manos libremente donde lo sentían y se dejaban fluir… Al terminar el gitano me dijo: “Es la primera vez que me olvido que estoy en la cárcel.  Te doy las gracias”. Mis ojos se llenaron de emoción.
Se creó un grupo. Trabajábamos desde la energía que teníamos en ese momento. Hacíamos teatro, biodanza, risoterapia, reiki… o simplemente hablábamos y  compartíamos…
Fuí dos días de prueba al Centro penitenciario de Estremera y me quedé tres años. Siempre fuí recibido por los internos con dos besos, un abrazo o si me daban la mano me la daban de verdad y con una buena mirada.
Doy las gracias a todos los trabajadores del centro penitenciario de Estremera, al  Padre Garralda y su fundación “Horizontes Abiertos” por haberme dado su confianza.
¡Ah! Se me olvidaba… No he vuelto a tener miedo a las alturas…
                                                        Siso Santos