La vida con dolor

La vida con dolor

Cuando me despierto todos los días tengo que enfrentarme siempre a dos cosas. Primero al efecto de la macedonia de pastillas que he ingerido la noche anterior para calmar mi dolor. Pero no lo cura. Engañamos a la mente a base de calmantes y depresivos que nos mantiene ajenos al sufrimiento con el que nos dicen que tenemos a aprender a vivir. Mi deseo es levantarme, pero mi mente anestesiada por los fármacos va en retroceso a mi propia voluntad.  La otra cosa a la que me tengo que enfrentar es a la rigidez de mi cuerpo a causa de tener un cuerpo en reposo. Lentamente voy movilizando mis manos, brazos, rodillas… Mis piernas están completamente rígidas. Si me desperezo contraigo mis propios gemelos y me retuerzo de dolor. Debo desperezarme primero de cintura para arriba. Después arrastro mis piernas hacia el exterior de la nada. Un pie se me engancha en la sabana; No hay forma de desengancharlo, intento tirar del otro pie de la sabana porque no alcanzo con la mano. Una vez suspendidas en el vacío se contraen los gemelos. Gritó de dolor. Mis movimientos son muy leves y me entran ganas de orinar. Mis pies siguen rígidos, mis manos no les alcanzan e intento meter los pies dentro de las zapatillas como si tuviera que introducir una pelota dentro de un agujero. Sostengo con la punta de los pies la zapatilla, casi lo consigo, pero se me caen al suelo. Cada vez tengo más ganas de orinar.  Deslizo la puerta del armario que está a un lado de la cama. Me sujeto a la puerta corredera del armario que me hace de palanca. De un impulso sujetándome con las manos me pongo de pie. Me sujeto fuerte con las manos porque los pies aún no reaccionan. Un dolor inmenso sube por las piernas. Tengo muchas ganas de orinar. Sujetándome por las paredes voy al baño. Me situó frente al retrete. Mis pies empiezan a responder. Dudo en orinar de pie porque aún no mantengo bien el equilibrio o sentarme, pero doblar las rodillas me contrae los gemelos y me enfrento a un dolor inmenso. No puedo aguantar más: Me meo!. Me decido a orinar de pie. Apoyándome a la taza del váter. Las piernas aún tiemblan, no están fuertes para mantener el equilibrio. Termino de orinar, tiro de la cadena­­.­ Objetivo conseguido!. Vuelvo a la habitación a vestirme; poco a poco mi cuerpo va reaccionando hasta mi movilidad correspondiente.

Me disfrazo de maestro y disfruto de mi vida como lo que es: “El mejor de los regalos”. Mi vida se va limitando a agradecer y disfrutar de los momentos y cada movimiento nuevo es un nuevo regalo.

Para la ley y la justicia no tengo derecho a nada. Como autónomo soy como cualquier ciudadano sano y no minusválido. Pero se equivocan de pleno la ley y la justicia. Soy superior a cualquier ciudadano sano: “¿Acaso a vosotros os cuesta tanto orinar por las mañanas?”

Desde el jardín del alma.
                                               Siso Santos

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