Con Benito, el fallecido, a…

  
  «San Andres de Teixido Vai de morto quen non foi de vivo»
San Andres de Teixido va de muerto quien no ha ido de vivo”
 San Andrés de Teixido es una aldea muy pequeña que tiene una iglesia en la que su campanario destaca en medio de los acantilados. El paisaje es completamente salvaje: Montes, el océano en estado puro, el viento azotando los acantilados (reconocidos entre los más altos de Europa) compiten puño a puño con la fuerza del mar. ¿Como se puede explicar que un lugar aparentemente en medio de la nada, sea uno de los sitios de peregrinación más importantes de Galicia? Eso si, los cuatro elementos se conjugan perfectamente de una forma tan palpable que los puedes sentir dentro de ti. Efectivamente había que colocar un santo en ese lugar apartado del mundo pues es un canal de energía tan claro, es una puerta abierta y directa entre el cielo y la tierra.
 Es muy difícil saber donde nace exactamente un cuento o una leyenda, el paso de los años y las generaciones van modificando y coloreando a su antojo lo que un día fue en un principio. Pero algo permanece perenne y constante, la energía o el mensaje de la historia. Lo que voy a contar hoy es una historia real dentro del misticismo de una leyenda.  Se que es real porque esta historia ocurrió en mi familia y lo voy a contar como un día me lo contó a mí mi abuela materna Bernardina. 
 Son muchas las leyendas y las historias que rodean a San Andrés. Todas las almas pasan por allí en vida o en muerte. Si alguien hace una promesa a San Andrés y esta persona muere la familia es la encargada de acompañar al espirito del difunto para cumplir su promesa. Esto fue lo que ocurrió en mi familia.
 Mi abuela de aquella era muy pequeña. Su familia se repartían ente O Seixo, A Pedreira e San Xoán pertenecientes al concello de Mugardos (Comarca de Ferrol) a tres días andando de peregrinación a San Andrés. Fue precisamente un pariente de A Pedreira quien murió sin cumplir su promesa a San Andrés. Toda la familia estaba en deuda y decidieron partir a San Andrés acompañando el alma del difunto Benito
 Llego el día de la peregrinación, toda la familia se juntaba en el cementerio de A Pedreira para empezar la marcha, iban con sacos de ropa para el camino, mantas y por supuesto la comida para los día de la peregrinación. El difunto es uno más y hay que llevarle sus cosas necesarias para el camino. Manta para dormir y utensilios de la comida. Es el protagonista absoluto siempre hay que tenerle en cuenta. Uno dijo:
 Benito levántate que nos vamos a San Andrés.  
 Y empezaron la marcha. Allí se fueron todos camino a San Andrés en romería con el espíritu del difunto Benito. En cada parada que hacían para descansar o comer o cualquier cosa al tío Benito hay que comunicárselo para que no se pierda ni se extravíe de la familia. Fue en la comida del segundo día de peregrinación cuando ocurre la tragedia. Se extiende las mantas y manteles, se coloca la comida y el vino: quesos, empanada, jamón asado… a todos se les reparte cubiertos y platos incluido claro esta al tío Benito que es un peregrino y un miembro más de la familia. 
– Benito ya puedes empezar a comer.- Le dice uno de la familia. 
Pero ay dios mío!!! Ocurre la desgracia. Cuando recogen la mesa, y se preparan para la marcha. A nadie. A nadie se le ocurre decir al tío Benito que se ponga en marcha. Y allí quedó el pobre espíritu de Benito vagando y perdido sólo en un pinar camino a San Andrés. 
 Nadie se había percatado del terrible desenlace y toda la familia llego feliz a San Andrés. Como siempre al llegar a un lugar tan santo como mágico todos se emocionaron, en ese lugar donde la naturaleza es siempre  puro espectáculo y la magia se respira en el ambiente. A pocos kilómetros de allí el cabo Ortegal marca la línea divisora entre el Atlántico y el mar Cantábrico. 
 Camino del viaje de vuelta dejaron a Benito en el cementerio y le dijeron.   -Ya puedes descansar en paz Benito ya cumpliste tu promesa.-  Pero no. Allí no estaba Benito. Temporales, vientos con toda su fuerza azotaban sin tregua, rayos, truenos, lluvias incesantes como llantos de desesperación. Era el alma de Benito clamando auxilio. Menos mal que una de las matriarcas se despertó una noche con un pálpito en el corazón. “Dios mío hemos dejado al pobre Benito en el monte”
 Ante la alarma se juntó todo la familia. Hermanos, primos, tíos y demás parientes. Esta vez no iban tan preparados. Pero la angustia les apremiaba para avanzar. Por fin encontraron al pobre Benito en el pinar. “Benito vámonos a San Andrés” Y fue a llegar al lugar santo donde también calmo el tiempo. El sol relució y el buen tiempo y la armonía les acompañó de regreso de nuevo al cementerio de A Pedreira. “Descansa ya en paz Benito has cumplido tu promesa” Y Benito se evadió.
                                                             Siso Santos




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